sábado, 30 de agosto de 2008

FELIZ CUMPLEAÑOS PADRE JUAN!!!!




PADRE JUAN....
Muchas Felicidades! que Papa Dios te llene de muchas bendiciones y que te de mucha vida y salud. Que junto a tu familia tengas un día especial y feliz. Se te quiere de corazón. Besos y ¡Feliz Cumpleaños! En ondas por la Misión!!!

viernes, 29 de agosto de 2008

LA EUCARISTIA ES ESENCIALMENTE MISIONERA


El ardor evangelizador está en línea directa con nuestro amor a Dios; es necesario también que el ardor evangelizador esté alimentado por el amor al prójimo. El destinatario del anuncio misionero es cada hombre y cada mujer a quienes Dios Padre ama y quiere salvar.

Jesucristo vino a anunciar el Reino de Dios, un Reino de justicia de verdad y de amor. Para ser capaces de proclamar válidamente ese reino debemos amar a Dios "con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo". El amor vale más que todos los sacrificios y todos los holocaustos.

Sabemos que sólo un sacrificio, el del cordero sin mancha que quita el pecado del mundo, tiene eficacia para salvar a toda la humanidad y a cada ser humano. Ese sacrificio ofrecido en la Cruz de una vez y para siempre lo ofrecemos a Dios nuestro Padre cada vez que celebramos la Santa Eucaristía.


A partir del ano 2000 entramos en un período "intensamente eucarístico: en el sacramento de la Eucaristía el Salvador, que se encarnó en el seno virginal de María hace veinte siglos, continúa ofreciéndose a la humanidad como fuente de vida divina" (TMA 55). Igualmente el principio de siglo es un tiempo profundamente misionero, porque en este comienzo del nuevo milenio "deberá resonar con fuerza renovada la proclamación de la verdad: nos ha nacido el Salvador del mundo". (TMA 38). Estas dos características, Eucaristía y misión, propias de nuestros tiempos, no coexisten simplemente, sino que se compenetran profundamente una y otra. La Eucaristía es el origen, la fuente, la cumbre y la finalidad de la misión de la Iglesia, mientras que la misión de la Iglesia es el fruto natural de la Eucaristía. Celebrando y viviendo conscientemente todas las dimensiones y fuerzas de la Eucaristía, la Iglesia se hace misionera. En la Eucaristía el amor de Dios encarnado en Cristo llena el corazón del discípulo y con ese amor nos acercamos a nuestros hermanos para anunciarles a Jesús.

La Eucaristía misma es un acto profundamente misionero y en muchas ocasiones ha sido una de las pocas actividades misioneras posibles para la Iglesia. Así ha sido durante muchos años para la Iglesia en Cuba. Sólo el culto eucarístico ha reunido a la gente cada domingo, cada semana o algún día de la semana o del mes. Sólo allí se predico la palabra de Dios y se encontraron en la misa dominical o semanal los hermanos reunidos.


La fuerza misionera de la Eucaristía fue anunciada de antemano por las palabras de Cristo en el evangelio de San Juan, que permanecieron misteriosas en aquel momento para sus discípulos: "cuando yo sea elevado en lo alto atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). En su entrega total hasta el sacrificio de la Cruz, escándalo para los Judíos y locura para los paganos, (I Cor 1,23-24), Cristo se dirige al corazón de cada persona. Frente al Crucificado, levantado entre cielo y tierra no se puede permanecer indiferente, aún el rechazo es ya una respuesta. Por eso, celebrando la Eucaristía, la Iglesia anuncia a Cristo al mundo, o más bien es Cristo mismo quien se anuncia al mundo atrayendo a todos hacia sí, pues en la celebración sacramental la Eucaristía no es simplemente el recuerdo de un hecho del pasado, sino vivir con toda intensidad el misterio en el momento presente. De hecho, cada vez que "se celebra este misterio se realiza la obra de nuestra redención y nosotros partimos el único pan que es medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte, alimento de vida eterna en Jesucristo" (CIC 1405).


En muchas situaciones misioneras en que la Iglesia se encuentra obstaculizada en su expresión de fe y en su actividad apostólica, la Eucaristía es un acto misionero privilegiado, porque es una de las pocas expresiones que se le permite a la Iglesia. Aun en situaciones muy difíciles cuando todo esta prohibido, como por ejemplo en campos de trabajo forzado o de preeducación, aun allí es posible la presencia eucarística. En muchos casos la adoración eucarística hecha a escondidas, la comunión recibida de forma oculta, o la misa celebrada de ese modo, ha sido la fuerza que ha sostenido la vida de los cristianos y que ha irradiado vida a otros y generado confianza y fortaleza. Esto ha ocurrido en Cuba en nuestra historia más reciente, quizás desconocida por algunos, pero nunca olvidada por quienes hemos sabido que Cristo Eucaristía estaba presente en medio de nosotros en momentos muy difíciles. La Eucaristía es siempre una forma excelsa de evangelización. Y se anuncia el Evangelio para llevar a hombres y mujeres hasta la mesa eucarística.




En la Eucaristía Cristo se ofrece para la remisión de los pecados y la reconciliación universal del mundo: "esto es mi cuerpo, entregado por vosotros... este es el cáliz de mi sangre... derramada por vosotros y por todos para la remisión de los pecados". Dice al respecto la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II en su numero 13: "todos los hombres están, pues, llamados a esa unidad católica del pueblo de Dios que prefigura y promueve la paz universal; a esta unidad pertenecen de modos diversos o están ordenados a ella sean los fieles católicos, sean los otros creyentes en Cristo, sea por fin toda la humanidad sin excepción, que la gracia de Dios llama a la Salvación".

Como se ve en este texto del Concilio la fuerza misionera de la Eucaristía se encuentra en su misma celebración. Cristo levantado en lo alto y ofrecido en sacrificio al Padre, levanta a la humanidad, la atrae hacia sí, abarca en su amor de ofrenda a todos los humanos. Este es el misterio que celebramos en cada Eucaristía, esta es la fe de la Iglesia y de cada cristiano católico. Con esta fe celebra el sacerdote diariamente la Santa Misa. Así nos lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de aquel que es su cabeza. Con Él la Iglesia se ofrece toda entera y se une a su intercesión al Padre en favor de todos los hombres... la vida de los fieles, su alabanza, sus sufrimientos, su oración, su trabajo, se unen a la ofrenda de Cristo y adquieren un nuevo valor" (CIC 1368). La lectura de la Carta a los Hebreos nos recuerda que: "Jesucristo, de una vez para siempre se ofreció a sí mismo". En cada Eucaristía Cristo vuelve a presentar al Padre su único acto de entrega por nosotros y en cada celebración eucarística nosotros estamos invitados a entregarnos con él al Padre.


La Eucaristía es un banquete fraterno. En el banquete eucarístico hay dos elementos fundamentales: el Pan y el Vino. El pan es el símbolo del esfuerzo y la solidaridad entre los hombres: de muchos granos se hace un único pan, "fruto de la tierra y del trabajo del hombre". El vino, además de ser signo de la solidaridad humana, es también el signo de la alegría y de la fiesta. Por lo tanto, como banquete, la Eucaristía es encuentro, solidaridad, es compartir, es comunión.

La Eucaristía, pues, compromete a los cristianos de cara al pobre: "para recibir de verdad el cuerpo y la sangre de Cristo ofrecido por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, que son sus hermanos" (CIC 1397). En el ámbito de la actividad misionera, la solidaridad y el compartir con los hermanos más pobres se realizan a través de diversas formas y organizaciones, como Cáritas.

Sin embargo, la gente no tiene sólo hambre de pan, sino también de dignidad, de respeto, de consideración. En este sentido la comunión y la solidaridad con nuestros hermanos más pobres deben traducirse también en actitudes de respeto y de aprecio para sus personas, culturas, costumbres, etc.




La celebración de la Eucaristía, Sacramento de la unidad, es una invitación continua a los discípulos de Cristo para trabajar por la plena unidad entre ellos a fin de responder al deseo expresado por Jesús en la Última Cena: "que todos sean uno" (Jn 1 7,20). En el contexto misionero la unidad entre todos los cristianos se vuelve todavía mas necesaria y urgente porque es el signo de la credibilidad de la misión de Cristo y de su Iglesia: "como tú, Padre estás en mí y yo en ti, que así también ellos sean una sola cosa para que el mundo crea que tu me has enviado" (Jn 17,20-21).

Siempre pensamos en esa necesaria unidad de los cristianos de distintas denominaciones, pero olvidamos muy a menudo la unidad interna de la Iglesia Católica, unidad de los sacerdotes y los laicos entre sí, de los sacerdotes religiosos y del clero diocesano, sellados por el mismo sacramento del orden y con una misma misión, la unidad entre los religiosos y religiosas y el obispo, la unidad, en fin, de todos como una gran familia que tiene un solo deber, un solo propósito, un solo mandato del Señor: amarse y amándose unos a otros dar a conocer a los otros el amor. ¡Como debemos cuidarnos los católicos de grupos cristianos hostiles a nuestra Iglesia!



Nuestra única respuesta debe ser el amor congregante, la paciencia y la capacidad de perdonar y de entusiasmar a nuestros hermanos con el mensaje liberador de Jesucristo.

La Eucaristía nos abre a la esperanza de los bienes futuros cuando todos los pueblos del mundo ya redimidos por Cristo se sienten a la misma mesa del gran banquete del Reino, al celebrar la Eucaristía, los cristianos invocamos con insistencia la venida de Cristo: "ven, Señor Jesús". Por tanto, la Eucaristía infunde a la misión un alma que la impulsa a abrir los horizontes del esfuerzo y de la esperanza hasta el encuentro definitivo de todos en Cristo, cuando Él lo será todo en todos.

En la ultima Cena, Cristo instituyó también el orden sacerdotal. Por eso los cristianos que celebran la Eucaristía deben promover las vocaciones sacerdotales para cada Iglesia local y colaborar para que los jóvenes llamados por Dios tengan el apoyo necesario en su camino vocacional, a fin de que en todo rincón de la tierra sea celebrada la Eucaristía, fuente de vida y prenda de salvación. El primer misionero es el sacerdote, el primer Catequista es el sacerdote. Sin la acción Sacerdotal la misión y la catequesis quedan truncas.



En la Eucaristía-Sacrificio, Cristo se ofrece como don de amor al Padre por la Salvación de la humanidad y por la renovación de toda la Creación. Por tanto, al celebrar la Eucaristía, el cristiano esta invitado a unirse a Cristo en la ofrenda total y sacrificial de su vida hasta el don de sí mismo, incluso hasta el martirio, que es el acto misionero más sublime y más fecundo: la sangre de los mártires es semilla de cristianos. En el siglo que concluye se cuentan por decenas los sacerdotes y religiosos, religiosas y catequistas mártires de África, Europa, América Latina y Asia en el cumplimiento de su misión. Sin embargo, no será posible el martirio si no existe el don de si en las situaciones ordinarias de la vida de cada día. Esto constituye el gran desafío para la misión de la Iglesia de cara al nuevo milenio. Por eso en la celebración eucarística el cristiano esta invitado a acoger a Jesucristo, fuente de vida y de amor, para hacerse capaz de transformar la propia vida en un don sin fronteras, que pueda llegar a integrar ese servicio martirial que Cristo pide a algunos en algún momento de la historia y que lo pide a tantos en el "martirio de cada día."


Por fin, la Eucaristía es un sacrificio de alabanza y de acción de gracias con el cual la Iglesia canta la gloria de Dios en nombre de toda la humanidad y de toda la creación. Todas las religiones del mundo tienen oraciones y sacrificios de alabanza y de acción de gracias. El cristiano que celebra la Eucaristía encontrara en ella la luz para apreciar, iluminar y purificar todas esas oraciones y sacrificios de alabanza y de agradecimiento de los pueblos y de las religiones del mundo y para abrirles a esos hermanos nuestros nuevos horizontes, a fin de que todos se encuentren un día en el único coro que canta al unísono por medio de Cristo, único Salvador y Mediador, la gloria de Dios Padre.

Cada Eucaristía repite siempre la dinámica de la misión: somos convocados, reunidos por la Palabra de Dios alrededor de la mesa del banquete eucarístico, donde Cristo se ofrece en sacrificio y alimenta a sus fieles con su cuerpo y con su sangre. Llenos con su amor, beneficiados de su misericordia, somos enviados al mundo entero a llevar el anuncio del Reino de Paz y de Justicia que Jesús trajo a los hombres. Por eso el celebrante, al terminar la oración que culmina nuestro encuentro personal con Cristo en la Santa Comunión, nos dice: "pueden ir en paz". Ese es el envió misionero de cada domingo, de cada Eucaristía.


La Eucaristía es la gran acción misionera de la Iglesia en la cual Cristo, el enviado del Padre, viene a nosotros y nos envía al mundo entero a proclamar su Evangelio. Por esto la misión, como la misa dominical, no es facultativa: todos debemos participar de ella. Cada uno según su edad y sus posibilidades reales, pero con plena conciencia de que no sólo el catequista o el misionero están llamados a anunciar el Evangelio, sino todos los cristianos. Por eso pedimos todos que Cristo-Eucaristía, al ser levantado en lo alto, atraiga hacia si nuestros corazones, que resuene en cada uno de nosotros el mandato que Él nos repite en cada Eucaristía: vayan al mundo entero y anuncien el Evangelio.

jueves, 28 de agosto de 2008

SAN AGUSTIN

San Agustín
Obispo de Hipona y doctor de la iglesia (354-430)
Uno de los cuatro doctores mas reconocidos de la Iglesia Latina.
Llamado "Doctor de la Gracia".

Fiesta: 28 de agosto; memoria.
Patrón de los que buscan a Dios, teólogos, imprenta.
Aparece frecuentemente en la iconografía con el corazón ardiendo de amor por Dios.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

http://www.corazones.org/santos/agustin.htm#Biografía

MIRAR COMO CRISTO

Un año más Jesús, el Señor, ha caminado por nuestras calles, invitándonos a creer en su amor por nosotros. Hay dos actitudes que ayudan a recrear en el corazón del creyente la respuesta a ese amor: desear a Dios y aprender a mirar como Cristo.

Desear a Dios: San Agustín dijo una vez que nuestra vida es un ejercicio del deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar a Dios en nuestro ser. "Toda la vida del cristiano fervoroso —dice— es un santo deseo". "Dios —dice también san Agustín—, es todo lo que deseamos" (cf. Tract. in Iohn., 4). Ojalá que comencemos realmente a desear a Dios, para desear así la verdadera vida, el amor mismo y la verdad. (Benedicto XVI. Audiencia General, 21.2.2007).

Aprender a mirar como Cristo.
<<>terminó un poco tarde, y llegaron retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos.De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión...Todos menos uno.
Este se detuvo, respiró hondo y experimentó un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde. Luego regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo.La sorpresa fue enorme al darse cuenta que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado, y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: Toma por favor estos cien pesos por el daño que hicimos. “¿Está bien?”.
Ella, dejando de llorar, asintió con la cabeza. Él continuó diciéndole: “Espero no haber arruinado tu día”. Conforme el vendedor empezó a alejarse la niña le gritó: “Señor...”. Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: “¿Es usted Jesús....?” .Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: “¿Es usted Jesús?”.>>. José Martínez Colin. Radio Oriental. Montevideo-Uruguay.
PEREGRINACIÓN O TURISMO RELIGIOSO I

Prof. Dr. hab. Maciej Ostrowski
Pontificia Academia de Teología,


El intento de una definición terminológica



La genealogía de la peregrinación es más larga que la historia de la Iglesia, siendo probablemente anterior a la historia del pueblo elegido del Antiguo Testamento. Podemos afirmar que la peregrinación no forma parte únicamente del cristianismo. Incluso los creyentes de otras religiones peregrinaban y siguen peregrinando.

El término turismo religioso es un término de nueva creación que fue acuñado en los últimos decenios. Puede que date del mismo período que el término turismo. Hay que preguntarse, sin embargo, si en épocas anteriores no existía ya este tipo de turismo que hoy en día viene definido como turismo religioso. Lo seguro es que antes no fue practicado por grandes masas. ¿Pero, a lo largo de la historia, no van apareciendo caminantes de varia índole que en sus peregrinaciones anhelaban conocer el mundo, satisfacer su curiosidad, tal vez más que alcanzar destinos religiosos?

Intentemos definir con más precisión los términos, sabiendo que esta definición sólo será un esbozo. Una peregrinación se define como un ''viaje que se emprende para llegar a un lugar considerado sagrado por la acción de Dios en él''. Este viaje se emprende por motivos religiosos y para realizar actos religiosos de penitencia o de devoción. Nace del deseo de ponerse en contacto con el Sacrum. El turismo religioso debe considerarse como un viaje turístico donde el elemento religioso constituye uno de los objetivos principales. A los motivos tradicionales para hacer turismo como el deseo de moverse, el descanso, la curiosidad para conocer un nuevo paisaje, para conocer a nuevas personas y el patrimonio cultural, se les añaden cualitativamente nuevos elementos.

El término turismo religioso no sólo ha empezado a introducirse en la terminología laica sino también en la eclesiástica. Este término se utilizó en el Directorio general para la pastoral del turismo publicado por la Sede Apostólica, es decir, en el documento principal para la actual pastoral. El texto original en latín utilizó el término turismus religiosus que viene a representar un neologismo latino especial. A este término se le añadió entre paréntesis el término peregrinatio. Un análisis más profundo de todo el documento no ayuda para distinguir entre los dos conceptos ni tampoco contribuye a definir con exactitud el turismo religioso.

Los Papas Pablo VI y Juan Pablo II definieron la peregrinación como una forma especial de hacer turismo. Tanto las afirmaciones de los Papas como el Directorio citado más arriba, no constituyen ninguna base para crear científicamente la definición de ambos conceptos. Tampoco pueden considerarse afirmaciones oficiales realizadas por parte de la Iglesia.

Un análisis más profundo del problema confirma los criterios básicos del término turismo religioso y permite diferenciarlo de la peregrinación. Lo que en definitiva diferencia un concepto de otro son los motivos que animan a emprender el viaje. El motivo de la peregrinación -y esto atañe no sólo al cristianismo- es sobre todo de carácter religioso. Es la llegada al lugar sagrado. Toda la peregrinación es un acto de culto y va unida a la oración, la penitencia y otras formas de culto que se practican durante el viaje y en el lugar sagrado (locus sacer). La peregrinación no excluye otros motivos, como la amistad con otros peregrinos, ver entornos interesantes y hasta experimentar aventuras, distracción y diversión. Según el parecer del geógrafo A. Jackowski, que se ocupó de este tema, el turismo religioso es animado en primer lugar por aspectos de conocimiento religioso o simplemente por aspectos de conocimiento. El lugar sagrado se visita durante el viaje, pero no se toma como destino final. Aunque participan con devoción a los actos de culto, al visitar un santuario o una iglesia, los turistas dan prioridad a las visitas de objetos pertenecientes a la cultura religiosa caracterizados también por un significado humano. I. Baumer, conocedor de las peregrinaciones, habla de ''dos líneas de significados'' del caminar. En las diferentes situaciones hay varios motivos que empujan hacia delante o que se compenetran. El significado principal que impregna la peregrinación es el ''significado religioso que se extiende también a otros ámbitos''. Pero también incluye otros deseos humanos que quieren convertirse en realidad.

En el IV Congreso Mundial de la Pastoral del Turismo, que tuvo lugar en Roma en 1990, se utilizó una formulación que difiere un poco del concepto que nos interesa. El documento final contiene el término ''turismo cultural con orientación religiosa'', es decir, viajes que se emprenden por motivos religiosos y culturales que llevan tanto a una ''relación con Dios como a una comprensión más profunda de la vida de los hombres, comunidad peregrinante en la tierra''. El turismo, entendido de esta manera, deberá contribuir al conocimiento del rico patrimonio cultural construido por toda la familia humana. Una parte esencial de esta riqueza es la religión que conduce el hombre hacia Dios. Impregnándose de los valores culturales, el turista encuentra, también, un camino que lo lleva a la realidad sobrenatural.

Para definir el turismo que nos interesa, algunos investigadores aplican el término turismo de estudio de la religión. J. Kosiewicz utilizó las siguientes formulaciones para diferenciar la peregrinación del turismo religioso: ''Turismo de estudio de la religión con un fuerte carácter religioso'' y ''turismo de estudio de la religión con carácter laico''. Sin discutir los principios de la definición, podemos afirmar que no es ésta la clase de turismo que nos interesa aquí. El turismo de estudio de la religión también lo pueden practicar personas no creyentes para las que el conocimiento de una religión, la visita de los lugares sagrados y los ritos se convierten en leitmotiv. En cambio, no revelan ningún tipo de relación personal con la religión. Este tipo de turismo también lo pueden practicar creyentes que siguen siendo investigadores fríos manifestando sus convicciones personales de su visión del mundo. Incluso lo pueden practicar creyentes que pertenecen a una religión y que visitan los lugares sagrados de otras religiones. Aunque respetan con toda su alma la diversidad, siguen ocupando la posición del observador.

¿Considerando las análisis y los hechos mencionados más arriba, podemos afirmar que el término turismo religioso tiene bases científicas? Lo cierto es que no está del todo privado de éstas. Pero habría que inclinarse más por la constatación de que el término no es tanto el resultado de unas reflexiones científicas, bien estructuradas, sino más bien el resultado de la observación de una determinada realidad existente. A menudo se nos presenta un tipo de peregrinación que reúne finalidades de conocimiento con finalidades religiosas. Las primeras, sin embargo, cobran más importancia que las segundas. Al parecer, éste es el signo de una necesidad especial del hombre que en su viaje turístico, junto al descanso y al conocimiento, deja aflorar motivos más profundos que alcanzan al alma humana. Realizando otros análisis conseguiremos fundamentar un poco más nuestra constatación.

Dificultades para la definición de los términos

Comparando la peregrinación con el turismo religioso se pone de manifiesto lo difícil que es en la práctica distinguir entre los dos conceptos. Una base objetiva para diferenciar un término de otro la constituye la intensidad de los elementos religiosos que caracteriza el viaje. En primer lugar, nos referimos a los objetivos principales del viaje. La peregrinación es el deseo de alcanzar el lugar sagrado, entendido como tal por el peregrino, la importancia de la presencia del sacrum, de la realidad sobrenatural. Es importante, también, el programa, repleto de un buen número de prácticas devotas, oraciones, celebraciones, etc.. Elemento esencial es la fe de los que participan en la peregrinación religiosa, su propia actitud religiosa. Pero es un factor subjetivo que no se puede medir en todos sus detalles. En una peregrinación muy devota, con un estricto programa religioso, pueden hallarse personas animadas por motivos extrareligiosos: motivos de conocimiento, el deseo de vivir nuevas impresiones, la compañía de otras personas, etc. Y al contrario, una excursión sencilla, cuyo programa incluye la visita de lugares sagrados, puede convertirse para muchos participantes en una experiencia profundamente religiosa.

Invirtiendo la pregunta, deberíamos interrogarnos si se puede dar por descontado el concepto de la 'peregrinación pura', caracterizada exclusivamente por actos religiosos (oración, celebraciones). Desde un punto de vista humano, psicológico, es preciso introducir alguna pausa en experiencias religiosas, que durante las peregrinaciones son de gran intensidad. El hombre sigue siendo hombre, animado por muy diferentes motivos. Incluso los peregrinos desean satisfacer su curiosidad humana, quieren conocer nuevos lugares, monumentos, hombres. El hombre necesita descansar, divertirse y reunirse con sus amigos. Las observaciones de la vida cotidiana de los peregrinos confirman esta constatación. Un ejemplo especial lo puede constituir una peregrinación de varios días, especialmente aquellas a pie. Las actividades de este tipo no impiden a los peregrinos seguir siendo peregrinos.

La sabiduría de muchos maestros de la vida espiritual indica que no siempre se puede vivir permanentemente una vida religiosa y de oración de gran intensidad. Es imprescindible hacer alguna pausa. Una carga demasiado alta puede producir un efecto contrario al deseado. El hombre requiere de higiene física, psíquica y espiritual. Esta última depende de la equilibrada concentración en acontecimientos muy sublimes y en otros más prosaicos.

Incluso los acontecimientos 'prosaicos' pueden convertirse en el camino que hay que recorrer para alcanzar valores más sublimes. Sentarse gozosamente alrededor de una mesa, de una hoguera, vivir una tarde agradable, ¿no sirve todo ello para formar la comunidad de los hermanos en Cristo? ¿No expresa el canto y el juego la alegría cristiana y la 'nueva cultura' evangélica?

Podemos seguir con nuestras reflexiones e intentar diferenciar el turismo religioso de una visita normal y corriente de una iglesia. Existen varios ejemplos. De nuevo es preciso repetir que depende mucho de la actitud con que las personas entran en un edificio sagrado. En el turismo religioso, se presupone que los participantes son personas creyentes que observan todo lo que les rodea desde el punto de vista de la religión y de la fe, que incluyen momentos de oración, de celebración y de meditación devota. Lo que cuenta no es exclusivamente hacer la señal de la cruz al entrar en la iglesia, arrodillarse y realizar ritos culturales. La visita consiste en la entrada del turista (o de un creyente) que quiere ver algo interesante en el lugar sagrado o que simplemente entra para pasar el rato en su paseo por el centro de la ciudad. Es precisamente para este tipo de turistas que se suelen colocar señales en las puertas de las iglesias, p.ej., una señal que prohibe entrar comiendo helados, que prohibe fumar o entrar con perros, que prohibe hablar en voz alta (!).

Incluso una tradicional visita de una iglesia tal y como lo definió el segundo Sínodo Plenario de Polonia, una excursión corriente, puede transformarse en una peregrinación. Una condición previa es que se prepare y organice muy bien. Mucho depende de la labor del guía o del sacristán del lugar sagrado; del profesor, guiando sus alumnos, que presenta con habilidad los valores principales del lugar. Más aún, que con el propio ejemplo testimonian el carácter sagrado del lugar.

Merece la pena indicar otro aspecto del tema en cuestión. El autor del presente artículo ha observado que muchas personas que hoy en día practican el turismo religioso, empezaron con el turismo 'laico'. Con el tiempo empezaron a conocer nuevos valores más profundos, animados por reflexiones personales, pero también empujados por los guías de la excursión. Estos últimos fueron capaces de transmitir la verdadera importancia espiritual y religiosa de los lugares visitados. El sacerdote que de vez en cuando participaba en las excursiones propuso rezar en la iglesia a visitar. El acercamiento al área sagrada determinó que las personas ya no se limitaran a visitar monumentos que nunca habían visto, sino que la visita se convirtió en un acto religioso. Todo ello necesitó de un largo proceso educativo.

miércoles, 27 de agosto de 2008

SANTA MÓNICA


Santa Mónica
Madre, Viuda
Mónica significa: "dedicada a la oración y a la vida espiritual".
Patrona de las mujeres casadas y modelo de las madres cristianas.

Fiesta: 27 de agosto.

Reseña:
Nació en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387.




PEREGRINACIÓN O TURISMO RELIGIOSO II




Enfoques controvertidos y búsqueda de solución

Muchas personas están indignadas con el término turismo religioso. Desde el punto de vista religioso, se trata de una invención lingüística rara que produce ambigüedad. Se preguntan si es el resultado de la laicización que afecta a todo el mundo, la pérdida del sacrum, es decir, de la dimensión sobrenatural de la vida humana. ¿No se está asistiendo a la pérdida de la esencia de la religión? La peregrinación es un acto religioso. Se teme que la peregrinación se esté subordinando al concepto general del turismo entendido en términos laicos y que se equipare con términos como turismo de deporte, de congresos y hasta del así llamado turismo del sexo.

Es obvio que un geógrafo -un investigador laico- tiene el derecho a utilizar el término turismo religioso. Él analiza y describe las diferentes formas del viaje humano buscando los motivos y destinos. Basándose en la ciencia (profana) no consigue llegar a la ciencia sobrenatural. Por lo tanto, aplica términos pertenecientes a su área científica. Los teólogos y agentes pastorales se están preguntando si no sería mejor dejar que los geógrafos se ocupasen de la geografía y renunciar en el campo eclesiástico a inventar terminología nueva aplicando únicamente el término peregrinación.

Ya hemos ponderado antes argumentos a favor y en contra. Parece que no ha habido ningún motivo para renunciar a utilizar el nuevo término que refleja una nueva forma de turismo que se coloca entre lo sacro y lo profano. Más bien se trata de comprender correctamente los términos o, mejor aún, las conductas que reflejan. Esta labor depende en gran parte de los guías del turismo o de la peregrinación, laicos o religiosos, que son los responsables del programa para el camino.

Parece que la solución de nuestro dilema consista en una comprensión más profunda, teológica del término descanso. El turismo es una forma activa de descansar. Centrémonos en una afirmación del Santo Padre durante su primera peregrinación en Polonia en Nowy Targ el día 8 de junio de 1979. El Papa habló de la belleza de Podhale que hombres y mujeres de toda Polonia visitan para descansar. Intentan descansar y recrearse en medio de la belleza de la naturaleza, realizando excursiones a la montaña, esquiando. En este punto, Juan Pablo II citó al poeta C.K. Norwid: ''Descansar quiere decir volver a crear''. Crear en la esfera del cuerpo, pero también en la del espíritu. Es ahí cuando el Papa se refirió al Apóstol Pablo según el cual descansar equivale a construir en sí un hombre nuevo en el sentido bíblico de la palabra.

El término descanso, en el sentido cristiano y pleno de descanso, abraza muchos aspectos. Incluye la recuperación de las fuerzas físicas, que se realiza reposando o moviéndose o hasta entrenando los músculos; depende de las necesidades de cada uno (el obrero necesitará descansar, el intelectual que pasa horas sentado en su despacho preferirá moverse). Incluye, además, el descanso psíquico que se consigue mediante la tranquilidad, la calma, la admiración de la belleza del mundo, tanto de la naturaleza como de las obras creadas por el hombre. Alcanza el enriquecimiento del espíritu humano, que se lleva a cabo en la esfera del conocimiento. Lo llamamos enriquecimiento cultural, es decir, relacionarse con la cultura material e inmaterial. Más en profundidad, una vivencia real de descanso será el encuentro con otra persona para reforzar la comunión con él. El sentido más profundo del descanso será, entonces, el descanso del espíritu, el encuentro con lo sagrado, con Dios. Es el momento de la reflexión sobre el verdadero sentido de la existencia humana y sobre la propia orientación hacia este sentido. Es el encuentro con Dios, que representa el descanso definitivo para el hombre. Así se lleva a cabo el verdadero descanso, es decir, la 'nueva creación', la creación del 'hombre nuevo', del hombre completo -en la esfera del cuerpo y del espíritu.

Visto desde esta perspectiva, parece que el turismo religioso adquiera un gran valor. Es la oportunidad para que el hombre pueda descansar en todos los aspectos. Podríamos decir que nos ayuda a no caer en la monotonía de las costumbres turísticas. Es una propuesta que requiere menos esfuerzos que una peregrinación. ¿Pero, tiene que convertirse todo el mundo en peregrino durante sus vacaciones? Todos, en cambio, deberían procurar no convertirse en víctimas de un modelo de descanso carente de sentido, que coloca el aspecto del cuerpo en primer plano, la búsqueda de acontecimientos cada vez más extravagantes que llevan incluso a dejar de respetar las principales normas morales.





Las oportunidades de la evangelización relacionadas con el turismo religioso.

Como hemos subrayado repetidamente, los objetivos principales del turismo religioso no son actos de culto. Su programa, sin embargo, incluye momentos de oración y participación en celebraciones litúrgicas. La visita de lugares relacionados con la religión lleva al visitante, de manera natural, a que se fije en la dimensión sagrada. El visitante no reducirá los objetos a sus meros aspectos profanos. No se quedará sólo con sus valores generales, culturales o arquitectónicos. El visitante buscará conocer toda la verdad sobre su creación y su finalidad.

Este aspecto tiene su importancia evangelizadora. Estamos hablando de la influencia religiosa en personas cuya fe es débil o en personas muy alejadas de la fe y de la Iglesia. Sería mucho más complicado invitar a este tipo de personas a que participasen en una peregrinación con un programa de fuerte contenido religioso. Es posible que más de uno se asustase. Resulta más fácil animarles a que participen en una tradicional excursión turística, aun cuando en su programa aparezcan momentos religiosos. Una excursión organizada correctamente, permitirá una acción religiosa que penetre tranquila y serenamente en los participantes. Se pueden crear oportunidades para vivir el testimonio evangélico. La excursión se convierte en un diálogo especial, verbal y no verbal, con personas de sentimientos religiosos débiles, acercándolos suavemente a los valores sobrenaturales.

Con esto no queremos decir que una peregrinación no ofrezca las mismas oportunidades. A menudo, participan en las peregrinaciones personas cuya fe no está muy arraigada. Participan por varios motivos, porque sus amigos les han convencido, porque quieren experimentar eventos extraordinarios, etc. De esta manera, poco a poco van abriéndose al influjo del evangelio.

En el contexto del tratamiento que hoy se hace de la evangelización, el turismo religioso ofrece precisamente una nueva oportunidad de anunciar el evangelio. Crea un método original de predicarlo, dirigido al hombre moderno, al que a veces se le llama homo turisticus. Su nuevo lenguaje es 'el lenguaje del camino'.

Este punto nos vuelve a llevar a los motivos del turismo religioso. En primer lugar, hay que subrayar la relación con la fe, con el patrimonio cultural que uno puede conocer recorriendo este camino. Haciendo este camino, el turista visita muchos lugares relacionados con la religión. No se trata sólo de que el turista los reconozca como tales o que acepte el hecho de que el objeto visitado haya surgido por motivos religiosos, haya servido a estos motivos o esté sirviendo al culto religioso. De lo que se trata es de reconocer que en este lugar está presente lo sagrado (sacrum). Se trata de aceptar la verdad y reconocer que este espacio no posee sólo un valor histórico, museal, sino que es un lugar de epifanía de lo sagrado -del encuentro del hombre con la realidad sobrenatural. O, dicho de una manera diferente, la convicción que el lugar sigue siendo el centro de la vida religiosa y que no representa sólo un lugar maravilloso debido a la belleza de la arquitectura, pintura, paisaje estupendo, etc. La certeza de que es el centro vibrante del encuentro con Dios o con sus santos. Esta idea nos lleva a lo principal. Un turista que se acerca al ámbito de lo sagrado no debería permanecer como observador externo, sino que debería participar en el misterio eterno. Estamos hablando, por lo tanto, de la necesidad de la fe viva que no sólo gráficamente pone de rodillas al turista. Cuando uno se acerca con fe al lugar sagrado, la inmediata consecuencia es la oración, mejor aún, la adoración. De esta manera, el turista se convierte en peregrino, en hombre que camina en la fe.

Conclusiones y deseos

a) Para los 'laicos' (operadores turísticos, agencias de viaje, guías, hoteleros en los lugares de peregrinación, etc.)

A menudo, se equiparan los términos peregrinación y turismo religioso incluyéndolos en las categorías del así llamado producto turístico. Es verdad que la organización de una peregrinación puede constituir una fuente de ingreso honesta para los habitantes de un lugar. Por lo tanto, es preciso ocuparse del marketing. Pero, teniendo en cuenta todo lo mencionado más arriba, hay que afirmar que un enfoque unilateral, materialístico, un enfoque 'sin espíritu' lleva a la muerte no sólo de la peregrinación sino también a la de un turismo honesto y de sus valores educativos. Más aún, lleva a la muerte de la cultura, de una cultura que es cultura, porque está arraigada en la dimensión más profunda del espíritu humano.

Los organizadores laicos del turismo deberían tener en cuenta las características específicas de la peregrinación y considerar su carácter religioso y el programa. Mencionamos por separados los conceptos carácter y programa porque no son del todo idénticos. Incluir en el programa la participación en un oficio religioso, en la santa misa, en vigilias, etc., no influye necesariamente en el carácter de todo el 'evento' organizado. Se trata de algo más, es decir, de tener claro que el viaje obedece desde el principio hasta el final a motivos religiosos que tienen importancia prioritaria y determinante. Todos los demás acontecimientos y puntos del programa deberán someterse a estos motivos religiosos. Los sentimientos y las expectativas de los peregrinos han de ser reconocidos y respetados lo que se manifiesta también en la selección de los guías más idóneos para realizar las tareas asignadas. Es impensable que personas no creyentes organicen o dirijan la peregrinación. En todo caso, deberían ser personas que tengan respeto por las creencias religiosas de los peregrinos.

b) Para los ''responsables eclesiásticos''

No hay que agarrarse obstinadamente a conceptos tradicionales. Sin eliminar precipitadamente muchas ricas tradiciones de peregrinación, habría que abrirse a las nuevas formas de caminar, en las que la motivación religiosa se hace presente. Atendiéndose al método de actuación conocido en la Iglesia, se debería pensar más bien en cómo 'bautizar' las formas del comportamiento humano que se están desarrollando. En nuestro caso, deberíamos reflexionar acerca de las nuevas oportunidades para la acción evangelizadora de la Iglesia que el turismo religioso ofrece. En la práctica, ello lleva a limpiar, profundizar y subrayar constantemente los motivos del viaje cristiano.

c) Para los que van a emprender el camino

Los que van a emprender el viaje deberán optar por un motivo dominante que debe guiar el conjunto de sus experiencias. La peregrinación, en sentido estricto, requiere que el peregrino siga un determinado tipo de vida, p.ej., que se adapte al ritmo de los oficios religiosos, que esté dispuesto a vivir algunas restricciones y privaciones vinculadas con la peregrinación, que acepte una cierta jerarquía de las experiencias (en primer lugar, el culto religioso, seguido de otras). Ciertamente, para el viajero la peregrinación es mucho más exigente.

martes, 26 de agosto de 2008

lunes, 25 de agosto de 2008


Jesús y la Iglesia
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz



CAMINEO.INFO.- El Evangelio de Mt. 16, 13-20, nos presenta lo que podríamos llamar lo decisivo en la predicación de Jesucristo. El no vino a traernos una doctrina más, sino una vida nueva que procede de Dios; para esto he venido nos diría. El texto del evangelio se refiere al diálogo de Jesús con sus discípulos, en el que les pregunta de un modo directo quién es él. “Quién soy Yo para ustedes? Frente a las primeras respuestas evasivas de los apóstoles, él les insiste, y aquí aparece, finalmente, la respuesta-confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. En este diálogo con el Señor, y en la respuesta que demos, se juega lo central de la vida cristiana.

Recuerdo que Aparecida, buscando elevar el nivel y el compromiso de los cristianos como “discípulos y misioneros” del Evangelio nos dice, tomando una cita del Santo Padre: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Ap. 243). Somos cristianos en la medida que vivimos de este encuentro con Jesucristo. Este encuentro, por otra parte, no es un adjetivo más, algo exterior que usamos, no es una etiqueta, sino que debe llegar a lo más profundo de nuestra vida para que sea verdaderamente un principio de cambio y vida nueva.

Si Jesucristo pasa a ser una idea más junto a otras, sino llego a una opción personal, es señal que aún no me encontrado con él. Esto no significa que este encuentro postergue o anule otras relaciones o personas, pienso en la familia, amigos, vida política, trabajo…. Por el contrario, su presencia las ilumina, purifica y preserva. San Pablo les decía a los primeros cristianos “todo es vuestro”, todo les pertenece, pero agregaba “ustedes son de Cristo”. Esto significa que hay un modo cristiano de vivir todos los aspectos de la vida, sea personal, social, laboral o político. Es cierto, el encuentro con Jesucristo, que me lleva a la conversión, implica un no decidido a todo aquello que se opone al Evangelio.

Dónde encontrarnos hoy con Jesucristo?, puede ser la gran pregunta. La respuesta es, lógicamente, dónde él y cómo él ha querido quedarse. En el final del relato del evangelio que hemos leído, luego de la confesión de Pedro, Jesús le dice: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré la Iglesia”. Jesucristo quiso fundar una Iglesia. Por ello decimos con confianza: ¡La Iglesia es nuestra casa! Ella es lugar de encuentro con Jesucristo, donde él permanece vivo a través de su Palabra, la oración, los sacramentos, la misma comunidad de la cual formamos parte. Decir yo soy la Iglesia es correcto. Como vemos Jesucristo permanece cerca de nosotros y quiere caminar junto a nosotros, sólo necesita que le abramos la puerta de nuestro corazón.

Queridos amigos, deseándoles una feliz semana en compañía de sus familias y amigos, reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

domingo, 24 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DEL DIA



Evangelio según San Mateo 16,13-20.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.